jueves, 8 de septiembre de 2011

DE HOYO EN HOYO Y TIRO PORQUE ME TOCA...

Caminaba una buena tarde por aquellas enmarañadas calles de Madrid, que gran ciudad y que bonita. Tras encararme de manera un tanto ostentosa con la calle Serrano, preferí cambiar de rival bajo el humo del opio y pelear con la más estrecha faceta de López de Hoyos, hasta que la encarnizada lucha con el fogoso Sol como único testigo se frenó sin claro vencedor cuando llegué a el bar de la vereda de la puerta de atrás. Allí me encontré con mi gente que enseguida le soltaron al aire para que este me lo dijese a mí una sutil idea de marchar de forma desmilitarizada, "dirreción" Oeste, atravesar todos los desiertos, bosques y montañas de Madrid y llegar cerca de uno de sus pueblos más conocidos para luchar contra la quimera de la fría noche con las dos únicas armas de una sudadera roja y mi calor interno nivel supernova modo fiesta. Sin dinero y siempre un poco borracho me enrolé en el ejército de mercenarios, con la promesa de construir una senda entre los besos de la traición. 


Una vez en esas tierras inexploradas para el iris de mi ojos nos dispusimos a quemar todo y aunque el aire no sepa que ocurre, el viento se lleva lo que acontece y sobretodo se lleva la ceniza de la hoguera de nuestras vanidades. Entre humo, licor y amigos se acercó un ángel, que en su día perdió la fe y fue expulsado del cielo, preguntando por un Héroe de facetas un tanto extraña que vestía un rojo, más rojo que la sangre al huir de un cuerpo moribundo. En pocas milésimas de segundos se activo el software de mi cabeza "Search and Destroy" preparado para dar caza a esa fugitiva del cielo. Yo no era el único, la gran parte del ejercito seguía mis pasos, incluso antes de que los diese yo mismo y mis creencias de nostalgia de la mujer misteriosa.


No duraría mucho este juego. Lo justo hasta que la noticia estalló y se divulgó como el fuego en la pólvora. Se escuchaban llantos y gemidos de dolor, todos desolados. La peor de las peores noticias hizo acto de presencia en aquel feliz lugar, un ser querido entre la tierra y sus gentes había sido convocado por la muerte. Un vecino murió y todo el pueblo lo hizo con él. Silencio. Lúgubre y odiado silencio de respeto a la memoria del amor de un alma que parte hacia el extranjero en su barco de vela con Sol en el horizonte señalándola la ruta a seguir. Lo único que sajaba aquel incómodo ruido del silencio eran los llantos y suspiros de los vecinos y el dolor de un camarada de el ejército que partió de Madrid a mi lado que conocía al finado. Me senté a su lado, le mire a los ojos y le di todo mi apoyo demostrándolo con mi mano en su espalda y diciendo. 


                          --Camarada--Suspiré, mi ritmo era lento--Son cosas que pasan y no se pueden prever ni de lejos.


                         --¿Pero por qué ahora? Justo este día, no lo entiendo. No lo comprendo. No lo veo.


                         --Yo solamente veo una cosa--Le dije mientras realizaba otra pausa para pronunciar las palabras exactas.--Yo veo que ese chico a muerto y el pueblo lo ha hecho con él y que para que pase esto que ven mis ojos, para ver este panorama tan desolador de dolor, sólo me lo puedo explicar de una manera. Que ese muchacho, era grande y querido entre los suyos y no hay cáncer que pueda matar ese amor y respeto que sentís el pueblo por él. La muerte no es tan fuerte para matarlo  por eso aún le recordáis y le brindáis honor. 


                        --Llevas razón, Héroe. La llevas, te lo aseguro.                        


La noche continuó, él no hubiera querido que llorásemos en vez de reír. Así lo hicimos y entre excesos y ayudando a los camaradas más deteriorados, bailamos, gritamos y sobretodo reímos que es lo que él hubiera querido que hiciésemos. REÍR                       

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