domingo, 28 de noviembre de 2010

FLOR DE LOTO

FLOR DE LOTO
En un mundo lejano, de aquellos mundos tan lejanos que ningún humano podría imaginar y un mundo tan bonito que si alguno de nosotros lo mirase no soportaríamos tanta belleza y moriríamos en el instante pero moriríamos con una última imagen de sabiduría eterna, ya que quien mirase esa belleza alcanzaría todos los conocimientos. Los habitantes de ese mundo eran eternamente sabios, ya que podían mirar la belleza suprema de su país y sobrevivir, pero amigo mío ten presente que el conocer todo no te da la calma en el alma es más siempre te roba esa calma y te regala desesperación y dolor.

Tras un frondoso bosque de ese mundo se abría paso un bonito valle verde luminoso aún con el rocío de una lluvia primaveral y al final de ese valle un gran acantilado que da al mar y al borde del acantilado sentado con las piernas colgando en el limbo que separa tierra y mar un hombre que parece desesperado, ese hombre mide 1’80 metros es delgado, de con flexión fuerte, tiene el pelo castaño tirando a negro y los ojos marrones y debajo de su ojo derecho tiene tres lunares formando un triángulo invertido como todos los de su especie. Lleva unos pantalones de tonos grises oscuros y una especie de camisa sin cuello blanca, parece abatido y destrozado.

A su lado aparece una figura incorpórea como una niebla que empieza a darse forma hasta reconocer una figura humana de un hombre más viejo que nuestro desesperado amigo y en sus ojos negros se mostraba un destello de maldad, su barba prominente daba muestras de asquerosidad, nuestro amigo se da cuenta de su presencia y le dice:
Pericles
Nunca fue tan breve una despedida.
Nunca me creí que fuera definitiva.
Nunca quise tanto a nadie en mi vida.
Nunca a un ser extraño le llamé mi familia.
Fantasma—Te comprendo amigo mío, ahora solo has de tener fe en tu filosofía, deberás alejarte de las causas perdidas y yo seré tu gurú.
Pericles
Nunca tuve fe en mi filosofía.
Nunca tuve yo ni gurú ni guía.
Nunca desprecié una causa perdida.
Nunca negaré que son mis favoritas.
Fantasma— Veo en tu mirada la falta de amor ese dolor que produce un corazón en espiral ese vacío intrínseco en tu alma esa flor de loto.
Al pronunciar “flor de loto” Pericles tuvo una visión de su futuro vio su flor de loto en el fondo del mar justo al pie del barranco brillando con luz propia mientras pronunciaba:

Pericles
Ésta es mi flor de loto
y yo era su sombra,
ésta es mi flor de loto.
Se levantó hacia atrás tirándose de los pelos y totalmente despeinado rasgo con rabia su blanca camisa dejándola echa arrapos en tiras colgándole por los hombros y poniéndose de rodillas gritó:
Pericles
Mi mundo no se acabará,
tanto vagar para no conservar
nunca nada.
Tras volver de su alucinación de futuro se vio de nuevo sentado al borde del barranco peinado y con su camisa intacta y el fantasma seguía mirándole e hizo aparecer delante de Pericles una pequeña llama de fuego fatuo se poso delante de él:
Pericles
Nunca una llama permanece encendida,
nunca aguanté su calor,
nunca más, nunca más de un día,
nunca soporté ser un alma invadida
hasta que vi frente a mí por quien yo moriría.
Y viendo lo que había visto en su premonición exactamente lo mismo, es decir, su visión se hizo realidad se despeinó y se rasgó la camisa mientras pronunciaba:
Pericles
Ésta es mi flor de loto
y yo era su sombra,
ésta es mi flor de loto.
Mi mundo no se aclarará,
tanto vagar para no conservar
nunca nada.
Con los pelos despeinados y la camisa igual de destrozada que en su premonición se giró hacia el malévolo fantasma en el cual Pericles confiaba absolutamente y le dijo:
Pericles
¿Querrás tú rectificar
las líneas de mis manos?
Mientras Pericles le mostraba las palmas de sus manos al fantasma de manera grata para que este se las leyese y le dijese el porvenir que le aguardaba
Fantasma– Sólo hallarás un buen futuro si te arriesgas a buscar tu flor de loto, mentía.
Pericles
¿Quién esparcirá al azar
los posos del café?
Fantasma-- Yo lo haré veo prosperidad, pero sólo si consigues atrapar tu flor de loto, le seguía mintiendo mientras miraba los posos en su taza de café. Le dio a Pericles una bola de cristal y él se vio a si mismo capturando la flor de loto del fondo del mar y poniendo fin a su dolor.

Pericles
¿Y qué decía la bola de cristal
cuando echó a rodar?
Tirando la bola de cristal a los pies del fantasma.
Fantasma– Dirá que te espera un prometedor futuro como todo lo demás, el fantasma le mentía solo para divertirse, sólo quería jugar, pues aunque Pericles viese en la bola un prometedor futuro el fantasma veía el verdadero porvenir de Pericles y le veía muerto.
Pericles
¿Qué más puedo necesitar?
¿Tengo algo que perder?
Fantasma– Nada
Pericles
No puedo perder.
Y dicho esto Pericles corrió hacia el borde del acantilado y salto en una caída libre de unos 100 metros de altura junto pies y cruzo los brazos por su pecho y entró como una flecha en el mar, lo único que oía era “flor de loto” una y otra vez sin parar al borde de la locura buscando debajo del agua, lo bueno era que su raza también respira bajo el agua y buscando sin parar en cuevas, debajo de rocas, entre las algas, en los peces en la pared del acantilado. Mientras decía:
Pericles
Fácil es buscar, fácil no encontrar
Fácil es buscar, fácil no encontrar
¡Flor de loto!

Siguió buscando sin parar hasta que desesperado se dio por vencido se arrodillo en el lecho marino al lado de la pared del acantilado y comenzó a llorar y cuando la primera lágrima cayó al suelo se dio cuenta de que no podía rendirse pues el encontrar la flor de loto era su único objetivo ya que el fantasma se lo había dicho. En ese momento pensó, el fantasma le podía haber mentido, podía ser todo esto un juego para que él se divirtiese ya que los espíritus les gusta jugar a confundir a las personas y con rabia pego un puñetazo al fondo marino y la fuerza del golpe elevó las aguas creando una mampara de agua que se mantenía en pie rodeándolo de forma cilíndrica con un radio de unos 5 metros, se podía ver a los peces nadar en el agua, pero no podían traspasar la barrera invisible que hacía que eso se mantuviese en pie. El fantasma apareció a su lado ya asustado pues no conocía esa rabia en una especie tan pacífica como la de Pericles y tenía miedo de lo que pudiese hacer. Mirando al fantasma le dijo:
Pericles
¿Querrás tú rectificar
las líneas de mis manos?
Pericles le mostró sus manos, pero esta vez mucho más bastamente
Fantasma—Mentí, solo veo desgracia en tu empeño de buscar tu flor de loto
Pericles
¿Quién esparcirá al azar
los posos del café?
El fantasma poniendo la taza de café en el suelo para que Pericles viese los posos en ella le dijo
Fantasma—Mira Pericles revela un futuro nefasto.
Pericles pisó la taza destrozándola en mil pedazos y produciéndose heridas en el pie. El fantasma sumiso le dio la bola de cristal para que viese su verdadero futuro y se vio a él flotando boca abajo en el mar rodeado de su propia sangre.
Pericles
¿Y qué decía la bola de cristal
cuando echó a rodar?
Lanzó la bola de cristal hacia atrás y se rompió contra la pared del acantilado, que se había quedado descubierta gracias a que el agua se había apartado, ya con  los nervios a flor de piel Pericles le preguntó
Pericles
¿Qué más puedo necesitar?
¿Tengo algo que perder?
Fantasma-- ¡Sí, tienes mucho que perder, toda tu sabiduría, tu belleza!  ¡¡Tu vida!!
Pericles
No puedo perder

 ¡Flor de loto!

Acto seguido la barrera que le protegía del agua desapareció dejando caer toda esa agua sobre su cabeza zarandeándole como un muñeco en una tempestad y teniendo la mala pero predicha fortuna de golpearse su cabeza contra la pared del acantilado, hiriéndose de manera que abundaba la sangre. Pericles cada vez sentía más sueño y estaba más cansado, debido a la pérdida de sangre, pero vio ante él a escasos metros, justo en el lecho marino, vio su flor de loto con las hojas abiertas y en el centro una perla luminosa que sería el fin a ese dolor en el alma. Nadó sin demora ni descanso hacia ella pero cuanto más se acercaba más le costaba nadar pues al profundizar tan abajo la presión le empujaba hacia arriba y porque cada vez estaba más adormecido ya veía borroso y estaba desorientado, pero su flor de loto estaba tan cerca que no podía abandonar, aunque el fantasma le dijo que no debía. Ya rozaba con las yemas de sus dedos las hojas de la flor de loto, pero no pudo más y murió desangrado y poco a poco su cuerpo fue subiendo hacia arriba y tal como se había visto en la bola de cristal el estaba flotando boca abajo rodeado de su sangre mirando sin mirar a su flor de loto y en cierto modo su dolor en el alma cesó.

Eso pasó en aquel gran acantilado, de aquel verde valle, de aquel frondoso bosque de aquel maravilloso mundo y el fantasma rió porque su juego tuvo un final divertido.





1 comentario:

El Héroe de Wilde dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

Las más Vistas, pero no las Mejores