jueves, 26 de enero de 2012

LOCURAS Y DEMÁS

Como siempre que me reunía con él la noche era cerrada, querían agotarme dejándome sin dormir, los cabrones querían que estuviese débil. La lluvia violaba a Madrid fuertemente y yo continuaba allí desde aquel día que me intenté renacer. Yo aún continuaba allí, dentro de esas paredes blancas, sobre las baldosas agrietadas y viejas, estaba sentado en una silla en el gran comedor, tenía una mesa delante y al otro lado de la mesa otra de esas sillas de aluminio y madera carcomida por los años, no tenían dinero para renovar el material, bueno, no importaban, se sabía perfectamente que este asqueroso e infectuoso lugar no permanecería abierto mucho más. Bastaba con fijarse en la reja de la ventana que tenía a mi derecha de la silla vacía, sus alambres estaban oxidados y junto con el cristal bailaban al son de las gotas de lluvia negra que golpeaban violentamente contra sus cuerpos. Ξl comedor estaba en completo silencio, solamente el periódico sonido del reloj central destrozaba en esquirlas la afonía del ambiente Tic Tac, como odiaba ese sonido, por las mañanas no se oía con el bullicio de las escorias, pero en estas jodidas reuniones metódicas era como los pasos de un ejército que se acercaba impasible a lo que ocurría en este mundo. Ξso es el tiempo.
Solamente dos gorilas de seguridad estaban en la sala detrás mio preparados para reducirme si intentaba saltar y sajar a alguien, mi último trofeo fue una estupenda yugular. Alguien abrió la gran puerta central del comedor con energía, ni me inmuté a mirar quien era, ya lo sabía. Ξra la persona que más odiaba en este mundo, ese puto loco experimentaba con nosotros y yo era su conejillo de indias preferido, según él, un caso curioso, por eso me tenía a altas horas de la noche en una puta silla corroída por el dolor del ambiente. Tardó cinco segundos, perdón, cinco tic′s tac′s en sentarse y dejar su pequeño cuaderno de anotaciones y mi expediente calificado como A. Siempre tardaba lo mismo en sentarse y siempre veía mi A, el nivel máximo de aislamiento posible, eso es lo que quería decir, mientras yo continuaba mirando la ventana, como si no me hubiera percatado de que él había entrado en la sala, pero sabía que estaba allí, con su bata blanca, sus arrugas, su pelo de plata acompañado a juego de sus frondoso bigote y con aires de sabio tras su gafas redondas.

    --Buenas noches señor PIIIIIIIIIIIIII un pitido perforó mis oídos cuando pronunció mi nombre civil, que no el verdadero.--Yo sin inmutarme y con fría calma le respondí.

    --Yo no me llamo así, mi nombre real es Ξl Héroe de Wilde.

    --Pues en su D.N.I pone que es  PIIIIIIIIIIIIII --Joder, otra vez ese puto nombre.--A ver,  PIIIIIIIIIIIIII --Sabe porque estamos aquí, así que no compliquemos las cosas, seré conciso. --Realizó una pausa, para medir bien sus palabras. Me tenía miedo.--Como ya sabes tienes psicosis neuronal entrelazada con un trastorno disociativo de la identidad de "yo", en otras palabras. Doble personalidad. Tu 2ª personalidad está tan desarrollada que no sólo tiene nombre, si no que ha logrado dominar a tu ahora personalidad recesiva que era la original de tu cuerpo. Ya sabes, ese tal Héroe de Wilde se ha comido a  PIIIIIIIIIIIIII  y ese tal Héroe de Wilde es peligroso.  PIIIIIIIIIIIIII  Entra ya en razón, vuelve a ser el hombre querido por sus amigos y familiares. Intenta adueñarte de su sonrisa, aquí nunca podrás. ¿Qué me dices PIIIIIIIIIIIIIII? Por favor.


Terminó de profesar estupideces vanales y se hizo un silencio aguardando mi respuesta y mientras yo continuaba mirando a la ventana, viendo como de vez en cuando un rayo caía. Por fin rompí el silencio.


   --Depende de lo que tardes en escuchar el trueno desde que ves el rayo ese tiempo te dice a cuanta distancia cayó el arma de Júpiter.  Mire, ese ha tardado 5 secs, eso me hace saber que ha caído a unos ciento setenta metros.


Tic Tac Tic Tac Sólo se escuchaba el maldito reloj de la pared, pero si ese iba a ser lo único que tenía que escuchar no me importaba.


    --Veo que no aprendes.


Le interrumpí de bruscamente para decir."Buscando mi destino, viviendo en diferido sin ser, ni oír, ni dar. Aún recuerdo esos versos de no se donde."


    -- PIIIIIIIIIIIIII  estaba obsesionado con esos versos, ¿Lo ves? Quieres salir a la luz y dominar a tu otra parte.


    --Ξl azur me da cielo y el iris los cambios--Yo continuaba mirando a la ventana sin inmutarme por lo que me dijese ese subnormal.


    -- PIIIIIIIIIIIIII  mírate tu antebrazo derecho--No me inmuté, sabía de sobra que me habían hecho en el antebrazo--No lo quieres mirar, yo tampoco querría mirarlo si tuviese un código de barras tatuado en el brazo. Te lo tatuamos para controlarte aquí dentro.  PIIIIIIIIIIIIII  afuera eres una persona normal con todos tus seres queridos a tu lado y te repito que con ella también.--Se quitó las gafas redondas y se rasco el frondoso bigote gris como su pelo--Aquí dentro solamente eres un número sin más. No eres nadie, ya no recibes visitas y las cartas dejaron de llegar. Aquí no eres ni un cuerpo sin alma, no eres ni polvo. Aquí no eres NADA.--"Aquí no eres NADA" esa frase traspaso mi pared de cristal que me impermeabilizaba de sus comentarios. Ξsa frase me había matado. Lentamente giré la cabeza para mirarle a los ojos y matarle con la mirada. Quería mantenerme la mirada, mas no podía.


   --¡Mírame a los ojos sucia rata y háblame a mí no al inútil de PIIIIIIIIIIIIII.


   --Héroe, tienes que desaparecer ya--Me respondió con fiereza.


   --Oblígame sucio marica.


   --No quería acabar así Héroe, tendremos que usar un tratamiento nuevo, uno experimental que aún no ha sido aprobado por la OMS, pero tus familiares renegaron de ti y me dieron a mi tu custodia. --Le interrumpí de bruscamente para decir.n otras palabras, eres mío y voy a curarte. Lo malo, es que dudo que sobrevivas al tratamiento. Qué lástima, si te curases serías la cumbre de mi carrera.--Alzó la vista hacia sus hombres e hizo un gesto de aprobación con la cabeza.




   --¡Ni se os ocurra, cabrones --Me sujetaron con fuerza mientras uno sacó de su bolsillo una enorme jeringuilla con un líquido verde amarillento en el interior. Acto seguido uno me puso la cabeza contra la mesa tensando mi cuello y sin más dilaciones me la clavaron el la yugular mareándome y poco a poco dejándome inconsciente, lo último que recordé es que estaba yo en el suelo casi sin poder respirar y veía esos asquerosos zapatos caros del maldito Doctor Ramírez.






  

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