Ahora, todo pertenece a lo ocurrido, porque ya ha pasado mucho tiempo desde que te fuiste y esas estrellas que antaño tejías, hoy no son más que el jirón de un sueño, pero aún vives en mi cabeza, conmigo y a mi lado.
Recordándome que la felicidad, está escondida en seis islas de papel, en
las que te decía que dejásemos los besos para los enamorados. No lo
hicimos y así estamos, tu eres el recuerdo de un olvido y yo ceniza
que dibuja una cruz.Y ahora, ahora no me callo, ahora tengo nuevas cosas que preguntarte:
¿Qué fue de nuestra revolución? ¿Dónde quedaron los guerreros salvajes
con armas de barro? Será porque habremos cambiado, quizá a peor: ¿Será
porque habremos cambiado? Sinceramente sí.
Si preguntas por qué me he atrevido a escribirte de nuevo, es debido a
que el dolor es un ensayo de la Muerte y poco a poco me duelo más, aquí,
por debajo de la piel, cerca del ánima y lejos del hueso, provocando que
mi cuerpo sea cada vez menos; y que extraña
aprieta la incertidumbre de un futuro mejor, donde pueda volver a oler tus palabras; y más extraño aprieta mi deseo, que te intenta decir adiós; y que judas es la
esperanza -casi tanto como tú, mi reina-que me ilusiona, soñándome que me puedo
olvidar de ti y me estrella despertándome que no es cierto. Ojalá llegue
el día que el azul me de cielo y el iris los cambios. Y tú, Leyde,
tú no me des ni la sombra de un sueño. Adiós, o eso es lo que intento, preciosa.
Te quiero...lejos, pero te quiero.
Te quiero...lejos, pero te quiero.
