…Dios…
Algunas cosas exceden las palabras.
La comprensión.
El perdón.
¿Cómo les dices que no lo sabíamos?
No podíamos saberlo.
No podíamos imaginarlo,
Sólo unos locos podrían albergar el pensamiento, ejecutar el plan, pilotar los aviones.
El mundo cuerdo siempre será vulnerable a los locos, porque no podemos ponernos en su lugar para concebir estas cosas.
No pudimos preverlo. No pudimos estar aquí antes de que pasara. No pudimos impedirlo.
Pero ahora si estamos aquí.
No puedes vernos por el polvo, pero estamos aquí.
No puedes oírnos por los gritos, pero estamos aquí.
Incluso los que considerábamos nuestros enemigos están aquí. Porque algunas cosas sobrepasan rivalidades y fronteras.
Porque la historia de la humanidad está escrita no con torres, sino con lágrimas.
Con la moneda común de la sangre y de la carne.
Con la voz que habla dentro de, incluso, los peores de nosotros, y dice que está mal.
Porque incluso los peores de nosotros, aún desfigurados, todavía somos humanos.
Todavía sentimos.
Todavía lloramos la muerte de inocentes.
Estamos aquí.
Los auténticos héroes.
Los que se enfrentan al fuego sin temor ni armadura.
Los que entran en la oscuridad sin saber si saldrán de ella, porque saben que hay otros esperando en la oscuridad.
Esperando la salvación.
Esperando una palabra.
Esperando justicia.
Hombres normales.
Mujeres normales.
Extraordinarios por sus actos de compasión.
Y valor.
Y terrible sacrificio.
Hombres normales.
Mujeres normales.
Negándose a rendirse.
Hombres normales.
Mujeres normales.
Negándose a aceptar las proclamas autoindulgentes de guerreros santos de toda ralea, que anuncian que por alguna razón nosotros nos lo buscamos.
Rechazamos a ambos en el convencimiento de que nuestra tragedia es mayor que la suma de nuestras ofensas.
Cuerpo en caída libre en las noticias.
Locura en las mezquitas, acallando catorce siglos de honestas plegarias, olvidando las lecciones de las cruzadas de antaño:
Que sufren más quienes menos lo merecen.
No hay palabras.
No hay palabras.
La muerte de inocentes y la muerte de la inocencia.
La ira amontonada sobre la ira. Ira suficiente para tapar el Sol.
Y el aire, lleno de preguntas.
Hacen la pregunta.
¿Por qué?
¿Por qué?
Dios mío, ¿por qué?
He visto otros mundos. Otros espacios. He caminado con dioses y llorado con ángeles.
Pero me avergüenza no tener respuesta.
Él es el único que podría tenerlas. Porque ha estado aquí antes.
Ojalá yo no hubiera vivido para ver esto una sola vez.
No puedo imaginar lo que es verlo dos veces.
No puedo imaginarlo.
¿Qué decimos a los niños?
¿Les decimos que el mal es un rostro extranjero?
No. El mal es la idea detrás de cada rostro, y puede ser como el tuyo.
¿Les decimos que el mal es tangible, con fronteras definidas, y nombres, geometrías y destinos?
No. Ya tendrán suficientes pesadillas.
Puede que le digamos que lo sentimos.
Sentimos no haber podido darles el mundo que deseábamos que tuvieran.
Que nuestra impaciencia de gritar no es igual a nuestro deseo de escuchar
Que las desgracias de gentes lejanas son responsabilidad de todos los hombres y mujeres con conciencia, o sus desgracias se convertirán algún día en nuestra tragedia.
O puede que sólo les digamos que los queremos y les protegeremos. Que daríamos nuestras vidas por las suyas y lo haríamos con gusto, tal es nuestro amor.
En un universo de gameboys y vídeos, tal vez sea un don insustancial. Pero es el único que lavará nuestras lágrimas y coserá nuestras heridas y hará del mundo un lugar cuerdo donde vivir.
No pudimos preverlo. Nadie podría. Nadie pudo detenerlo. Nadie podría.
Pero ahora estamos aquí. Con vosotros.
Hoy. Mañana. Y pasado.
Vivimos en cada golpe que dais por la justicia infinita, pero siempre esperando la sabiduría infinita.
Porque vivimos también en el silencioso cambio de vuestra conciencia.
La voz que dice que todas las guerras tienen inocentes.
La voz que dice que sois un pueblo bueno y compasivo.
La voz que dice no hagáis lo mismo, o la guerra estará perdida antes de empezar.
No dejéis que ese conocimiento sea arrasado por la sangre.
Cuando os movéis, nos movemos con vosotros. Donde vais, vamos nosotros. Donde estáis, estamos nosotros.
Porque el futuro pertenece a los hombres y mujeres normales, y ese futuro debe erguirse libre de actos como éste, debe ser renovado como el agua corriente.
Porque hay que enviar un mensaje a quienes confunden la compasión con la debilidad. Un mensaje a través de seis mil años de sangre y disputas.
El mensaje es éste
“Sea cual sea nuestra historia, sea cual sea la raíz de nuestros apellidos, somos un pueblo bueno y decente, y no nos inclinaremos ni nos rendiremos.
El fuego del espíritu humano no puede ser sofocado por explosiones ni víctimas.
No puede ser intimidado para que calle eternamente ni ahogarse en lágrimas.
Hemos soportado cosas peores, soportaremos esta carga y todas las que vengan después, porque eso es lo que hacen los hombres y las mujeres normales.
Pase lo que pase.
Esto no nos ha debilitado.
Sólo nos ha hecho más fuertes.
En años recientes nos hemos tribalizado y fracturado por mil agravios superficiales.
Pero en esto estamos juntos.
Las banderas brotan en sitios poco comunes.
El suelo se fertiliza con lágrimas y decisiones compartidas.
Somos unos en nuestro dolor.
Somos uno en nuestra determinación.
Uno al recuperarnos.
Uno al reconstruir.
Queríais enviar un mensaje, y al hacerlo nos despertasteis de nuestro ensimismamiento”
Mensaje Recibido
La respuesta llegará con el trueno
En días como este nacen héroes. Los verdaderos héroes del siglo veintiuno
Vosotros, los seres humanos singulares.
Vosotros, que sois más nobles de lo que sabéis y más fuertes de lo que creéis.
Vosotros los héroes de este momento elegido de la historia.
Nos alzamos cegados por la luz de vuestra voluntad inquebrantable.
Ante esa luz, ninguna oscuridad puede prevalecer.
Derribaron dos torres altas.
En su memoria, haced un pacto con vuestra conciencia para crear un mundo en el que cosas así no tengan que ocurrir.
Un mundo que no necesite dar disculpas a los niños,
Pero también donde los caminos no estén pavimentados con los cascarones de sus derechos inalienables.
Derribaron dos torres altas.
Grabaos su eco en vuestro espinazo. Convertíos en vigas y cristal, piedra y acero, para que cuando el mundo os vea las vea a ellas.
Y manteneos firmes.
Manteneos firmes.
MANTENEOS FIRMES.
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